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Retrato de Tomás de
Iriarte (c. 1785) por Joaquín Inza, Museo del Prado.
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Por entre unas
matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.
De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente
amigo, ¿qué es
esto?».
«¿Qué ha de ser?»,
responde;
«sin aliento
llego...;
dos pícaros galgos
me vienen
siguiendo».
«Sí», replica el
otro,
«por allí los veo,
pero no son
galgos».
«¿Pues qué son?»
«Podencos».
«¿Qué? ¿podencos
dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy
galgos;
bien vistos los
tengo».
«Son podencos,
vaya,
que no entiendes de
eso».
«Son galgos, te
digo».
«Digo que
podencos».
En esta disputa
llegando los
perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.
Los que por
cuestiones
de poco momento
dejan lo que
importa,
llévense este
ejemplo.
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