sábado, 24 de diciembre de 2011

Capítulo 53 - Navidades ivernales: El mono

Hacía tiempo que las historias se fundían y entremezclaban, como si las musas, o las parcas –para el caso era lo mismo-, hubieran organizado una bacanal de vivencias en su azotea. Las pastillas no le calmaban en absoluto, de hecho, la vena angular le palpitaba como si tuviera vida propia, como si quisiera traspasar el epitelio y lanzarse a una expedición por la habitación, pero con sombrero safari, que aparentar es lo que prima. Pero no, se dijo... y posó un pañuelo empapado en alcohol sobre su frente –pensó que así, por lo menos, uno de los dos se embriagaría- que sólo consiguió adsorber, que no absorber, porque los surcos de las arrugas aumentaban la superficie específica y, por ende, la tensión superficial. De todas formas, el hígado se lo agradeció con una reverencia.
Tres años era demasiado tiempo para volver con un ex pero, al contrario de lo que pueda pensar la mayoría de la gente, el mono no entiende ni de plazos ni de terapias. Así que, como diría su abuelo: “a las tentaciones sólo resisten los santos”. Lo encendió, eso sí, con un billete de cien euros para que no todo el momento fuese placentero pero sí memorable y, mientras se lo fumaba, las frases que centelleaban descontroladas por su cabeza fueron ordenándose por estricto orden de antigüedad. Tomó la pluma –esto sólo se puede hacer si se es un escritor de los de antes- y se extrajo unas gotas de la vena del brazo. Sopló un poco de aire mezclado con el humo del cigarro para fijar la tinta púrpura bermellón y pudo comprobar con satisfacción que el contrato se ejecutaba al instante. En las siguientes dos semanas subsistió con una legión entera de café con whisky y de bombones rellenos de pippermint para organizar el mayor compendio de estupideces que un ser humano pudo hacer nunca bajo la fórmula de bestiario.

Tregua de Navidad. Un breve alto el fuego no oficial que ocurrió entre el Imperio Alemán y las tropas británicas estacionadas en el frente occidental de la IGM durante la navidad de 1914. La tregua comenzó el 24 de diciembre.

Es posible que el mono de la sangre ya estuviera contento, nunca lo sabré con certeza, pero el de la cabeza se había convertido en una bestia con vida propia. Nunca más necesitaría de relojes de arena para saber donde estaba el centro de la tierra y, desde luego, tampoco de tinta roja para escribir relatos del corazón.


miércoles, 21 de diciembre de 2011

Aprenda alemán en siete días*

Derribos Arias fue el mejor grupo de aquello que se llama ahora de manera tan unánime y orgullosa “la movida”. Diego A. Manrique y  Jesús Ordovás y algún que otro crítico musical son los únicos autorizados para hablar con propiedad de aquella manifestación cultural de inicios de los ochenta. No obstante, sí que me gustaría señalar que la mayor parte de aquellos grupos estaban formados por “hijos de papá” que podían permitirse el lujo de ser músicos y publicar sus trabajos con el dinero de sus papás... o mamás.
De todas formas Derribos Arias (Ignacio Gasca, Alejo Alberdi, Juan Verdera) es de esos grupos como Siniestro Total o como el inigualable Fabio Macnamara que hacen con sus canciones que uno se levante por la mañana con una sonrisa en la cara (no es fácil con los tiempos que corren) y decidiendo tener sus canciones como principio y final de forma y actitud ante la vida (aprende Almodóvar... que pena me diste cuando te vi vendiéndote como paradigma de la movida a Alberto de Mónaco para recaudar fondos para tu última película magdalenera). Surrealismo como vehículo cultural, ¿qué más se puede pedir? Aprender alemán en siete días...
Aprenda alemán en siete días... es algo más que una canción y es algo menos de lo que se tarda en aprender castellano. Esto lo aprendí cuando me convertí, sin buscarlo, en uno de los primeros estudiantes valencianos que acogían estudiantes de Erasmus, cuando los que venían lo hacían con la idea de aprobar alguna asignatura, sí, claro, saliendo de casa los jueves y no volviendo hasta el domingo, incluso alguno tuve que no lo hacía hasta los lunes y con resaca. Lo que sucedía es que una vez aterrizaban por aquí, las escuelas (así se llaman a las facultades en la universidad politécnica) les comunicaban que ninguna de las asignaturas de las que se matricularan les sería convalidada en su facultad de origen.
Nadie nos reconocerá nunca la labor que hicimos entonces los que los acogimos en los pisos de estudiantes compartidos, porque nos convertimos en gratuitos profesores amateurs de español (también tuvimos que explicarles por qué en Valencia era mejor decir castellano que español) no sólo les enseñamos a perfeccionar el idioma sino también la cultura y, en mi caso concreto, hasta les enseñamos a cocinar (tortilla de patatas y paella, que era lo que más les gustaba, se volvían locos).
Ahora en serio, ¿cómo se le explica a una persona hecha y derecha con pelo en el pecho o con enormes pechos la diferencia entre el “haber” y el “tener” o el “ser” y “estar” si en sus idiomas no existe diferencia; o por ejemplo ¿por qué incombustible quiere decir que NO se puede quemar y, sin embargo, inflamable quiere decir que SI se puede quemar? Por aquel entonces, principios de los noventa San Google y Santa Wikipedia no existían, e Internet era bastante más rudimentario y lento, quien disponía de él. Que a nadie se le olvide que una cosa es hablar con corrección y otra muy diferente y, muy difícil –doy fe de ello-, es explicar la corrección.



* La letra es muy sencilla: Worüber wollen Sie sprechen? ¿De qué quiere Vd. / quiere Vd. hablar? Fahren Sie mit Fritz? Fahren Sie mit Dora? Viaja Vd. con Fritz o va Vd. con Dora? Studieren Sie oder arbeiten Sie? ¿Estudia Vd. o trabaja? Fahren Sie mit Fritz? Fahren Sie mit Dora? ¿Viaja Vd. con Fritz o va Vd. con Dora? Aprenda alemán en 7 días. Eins, zwei, drei, vier.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Adiós, amor

Adiós, ¡amor!. Espero no verte nunca más escapándote de entre mis dedos. Se acabaron los días en los que tenía que pedirte permiso para salir con mis amigos, sin embargo, tú, podías irte con cualquiera. Me perseguiste durante años como si fueras una segunda sombra incluso en las noches de luna nueva. Tantas veces te pedí que me dejaras, que ahora soy yo quien te deja, por fin, para siempre. No me arrepiento en absoluto, al menos de momento, porque soy consciente de que en cualquier momento puedo volver contigo o que tú llames a mi puerta y te abra, y te deje entrar, y te vuelvas a quedar conmigo, y la historia empiece de nuevo o continúe donde la dejamos. Aunque me da la nariz, esa misma que he recuperado, que esta vez va a ser diferente porque tu recuerdo permanece en un surco de mi materia gris imborrable, todos los días, desde que me levanto hasta que me acuesto e incluso, a veces, sueño contigo.
Sueño que me persigues, que me alcanzas, que me ahogas. Siempre de noche, por la única calle plana del pueblo, con ese ruido de fondo mecanizado y vítreo de infinito recorrido, como una nube empujada errante por el viento. Por mucho que corra me resulta imposible desprenderme de ti. Es el complejo de culpa, sin duda, que nos persigue a mi subconsciente y a mí. Cuando despierto, sobresaltado y jadeante, te busco con mi mano izquierda para encontrar tan solo el mísero despertador, jodida máquina tocapelotas cuya única finalidad era acercar a las personas y que, poco a poco, se ha ido convirtiendo en un tirano que las aleja.
Me levanto mirando de reojo tu ausencia en el dormitorio y lloro por dentro... hasta que expulso el primer esputo de la mañana, entonces me convenzo de lo que he hecho... pero, ¡te echo tanto de menos!.

martes, 13 de diciembre de 2011

La élite del grupo

Las navidades son unas fiestas entrañables para pasarlas en familia, cuando la tienes. En caso contrario, son detestables, tanto más cuanto más familiares tienes a dos metros bajo tierra –excelente serie- y los amigos no suplen el vacío que se genera; puede parecer que es lo contrario, pero la risa no devuelve a los muertos.

La tríada terrible de la humanidad es el desprecio, la ausencia y el olvido; por lo general en este orden: primero surge el desprecio de alguien más o menos próximo, a lo que sigue la ausencia del despreciado y se culmina con su olvido –nadie se acordará de nosotras cuando hayamos muerto- terrible situación del individuo frente a la sociedad.
Cuando el grupo desprecia u olvida a un individuo una herida se está abriendo en este último y, dependiendo de su autoestima, se humillará al grupo o buscará otro que le sea más afín. Hoy en día, cada vez más, se diferencian los grupos por géneros. Al parecer en los años ochenta existían menos diferencias entre sexos que a fecha de hoy porque se compartían muchas más experiencias.
La madurez nos ha devuelto la realidad de algo que subyace por intereses mezquinos, y es que se propone la diferencia disfrazada de igualdad: ¿Quién, en el fondo más interno de su ser, quiere parecerse a otro?. Lo que se ansía en realidad es tener lo que tiene el otro, pero no serlo, porque todos tenemos el instinto primitivo de subsistencia del ego... a alguien se lo oí una vez en la radio decir, y creo que, la idea es bastante acertada, quizás no con estas palabras.
Sí, es cierto, las navidades me soliviantan mucho el ánimo porque me hacen sentirme atrapado, no me dejan expresarme con libertad porque eso supondría tener que enfrentarme a todo el grupo manifestando un desprecio que podría entenderse como una debilidad porque, en el fondo, se trata de un sentimiento y, en los tiempos que corren, nadie debe manifestarlos. La sensibilidad es una cualidad vergonzosa y, por ende, debe erradicarse, y a los tipos que lloramos de emoción ante la belleza o la concordia de las personas, también.
Los grupos son cerrados por naturaleza, por eso tienen estructura minoritaria. Basta que el número aumente para que se cree un subgrupo dentro que acabará generando una élite –otro grupo diferente- que renegará del grupo original tarde o temprano. Por eso es tan difícil mantener una democracia, porque los grupos tienden, más que a convencer, a vencer a los demás, como decía mi querido profesor Arnau. De lo que se trata es de esperar... a que las aguas vuelvan a su cauce, a que la gente se canse, a que la élite cree una nueva élite, a que los olvidados generen o se incorporen a nuevos grupos, a convencer con hechos que los grupos de personas cerradas son grupos cerrados.