martes, 19 de julio de 2011

Los fabulosos hombres-agua.


Los hombres-agua no pueden vivir en nuestro mundo. La gravedad y el aire los aplastan y los convierten en charco; si son muchos, en lago. Sólo pueden vivir bajo tierra y en terrenos porosos para poder desplazarse por capilaridad. Así que la velocidad de sus desplazamientos está estrechamente relacionada con el diámetro de los poros del terreno. Como nosotros, también son incapaces de atravesar una roca, a no ser que esta sea de pómez. Habitan por niveles freáticos y si necesitan desplazarse con celeridad, se filtran hasta llegar a un río subterráneo, las verdaderas autopistas de estos seres.
Su mayor enemigo son los pozos porque en contacto con el aire pierden su condición humana para convertirse sólo en agua. Otro enemigo no menos importante es la arcilla: son innumerables los casos de hombres-agua que se han quedado atrapados inmovilizados durante siglos, a veces milenios, en vasijas hechas de barro. Cuando los hombres-agua quedan atrapados en la red de los feldespatos de la arcilla sólo pueden esperar ser liberados por el calor, pero eso no acaba del todo bien porque los transportan a la superficie por evaporación para transformarlos en otro ser.
El frío, sin embargo, no es un enemigo, sino un vehículo para cambiar su estado de ánimo. Cuando los hombres-agua se convierten en hombres-hielo es que se han enfadado. Se endurecen y no ceden ante nada ni ante nadie. Su fuerza es demoledora, por eso, durante su sólido invierno, los hombres-agua convertidos en hombres-hielo, deciden no moverse de su sitio y hacerse fuertes allí donde estén, pugnando con otros hombres-hielo, hasta que llegue la primavera y les vuelva a convertir en fluidos, permisivos, amables, y puedan viajar el resto del año. Pero en su incesante peregrinar los hombres-agua se transforman en hombres-vapor por acción del calor intenso de alguna sima abierta en las entrañas de la Tierra, su naturaleza etérea les transporta del suelo al aire y allí... comienza otra historia.

domingo, 3 de julio de 2011

Consejos de lengua de un jodido valenciano y un jodido murciano a un jodido alemán de Erasmus en torno a dos o tres cajas de cervezas calientes

Un tete, en Valencia, es un hermano mayor. Una teta es una hermana mayor. Sí, es lo que estás pensando: una teta es un pecho, pero aquí un pecho es una mamella, mamelleta si es pequeña (viene de mama y es un diminutivo diminutivizado, algo común en estas tierras) Las mamellas son los ganglios que tienen las cabras en el cuello.
Por aquí las mamás son mamas, pero no pueden confundirse con las mamelles.
En Valencia un nano no es un enano, sino un hermano pequeño, y una nana una hermana pequeña; aunque hoy viene a ser algo así como colega o, hace años, tío.
Una yaya y un yayo son una abuela y un abuelo (debe ser una especie de onomatopeya infantil sobre el nombre en cuestión)
En Murcia un nene es un hermano mayor, mientras que una nena es una hermana mayor. Una chacha es una muchacha, y un chacho es un muchacho, sin embargo un chache es el marido de la chacha. Aunque también puede ser un hermano o un a hermana de un abuelo para los nietos de este último.
En Albacete un guacho es un crío, y por extensión, un hermano pequeño.
En Asturias, un guaje es un muchacho.
Un tito es el diminutivo de tío, en realidad sería un tiíto, y una tita sería una tiíta que suelen decirse por todos sitios, pero más por el sur y el arco mediterráneo.
¡Ah!, y una orilla en Murcia no es el límite del agua en la playa o en el río, sino el tiempo climatológico que hace un determinado día: "Hace buena orilla hoy", como se diría "hace buen tiempo hoy". En Valencia, a ese tipo de tiempo se le llama oratge.