lunes, 22 de octubre de 2012

La cuestión del nombre

Fragmento de “Pioneros: Entrevista a James Whale”. Sección Crítica. Al salir del cine. Revista sólo de cine. Noviembre 1991. Valencia.

Al principio era divertido. Decías: "¡Frankenstein!", y al instante los tenías ante ti esperando a recibir órdenes. Pero cuando iniciamos el rodaje aquello se convirtió en algo incómodo, ridículo. Llamarlos por su nombre real en escena no resultó una buena idea porque, según ellos, los sacaba de situación. Y tampoco me pareció correcto estar llamando Monstruo a Boris durante todo el rodaje. Así que, como el personaje de Colin ya tenía su nombre desde la novela, decidí ponerle un nombre al personaje de Boris.


Rodaje de Frankenstein (1931). Imagen de Universal Pictures


Con Elsa todo era más sencillo. Ella tenía que hacer el doble papel de Mary Shelley y de novia del Monstruo. No hubo problema en cómo debíamos llamarla. Con Elsa era suficiente. No precisaba de un nombre para su personaje, hasta que llegó Sir Charles —le llamo Sir porque, aunque éramos buenos amigos desde que rodáramos “La vieja casa encantada”; en Inglaterra nunca se le perdonó que se nacionalizara norteamericano—. Aunque no lo reconociese era un actor de método —muy singular, eso sí— e insistió en que creáramos un nombre para el personaje de Elsa. Y así lo hicimos.

Treinta años más tarde coincidí con ellos en la fiesta de la première de “Testigo de cargo”, donde me confesaron que aquella decisión casi les cuesta el matrimonio y que, desde entonces, Elsa, nunca más aceptó un personaje que tuviera el mismo nombre que la novia de Frankenstein. Hasta tal punto llegó su hartazgo por aquel nombre, que exigía cambiarlo siempre que coincidiera, o de lo contrario rechazaba el trabajo.