Hace poco escuché
por la radio que se había realizado un estudio donde se demostraba que el ser
humano es incapaz de vivir sin la música y su influencia en el estado de ánimo
y —por ende— en la salud de las personas. Resolvía el estudio que aquellos que
nunca escuchaban nada de música tenían el carácter agriado y, lo más
importante, se lo agriaban a los de su entorno. El estudio llegaba más lejos al
afirmar que el tipo de música también variaba los ánimos. Bien, hasta aquí,
todo es evidente; se podían haber ahorrado el estudio. Eso ya lo sabíamos, de
hecho, llevamos experimentándolo desde que tenemos uso de razón —sí, es cierto,
los que me conozcan dirán de mí que aún no la tengo, no se lo discuto ni
reprocho—. Pero lo que no reflejaba el estudio era la influencia de los
distintos instrumentos en una pieza musical para que esta tenga un resultado
determinado. Y es aquí, llegados a este punto, donde quiero hacer la siguiente
reflexión: “los vientos, como sucede en el advenimiento de mi tan admirado
Apocalipsis de Juan de Patmos, anuncian la decadencia de los grupos, me refiero
sobre todo a los de rock y pop”. Se me ocurren una infinidad de grupos que, una
vez alcanzado su máximo reconocimiento por parte de un grupo social
determinado, incorporaron una sección de vientos —en concreto trompetas— y
aquello fue el inicio de su fin. Elvis (Presley), The Cure, The Police, The
Beatles, Soft Cell...—los casos de grupos españoles es más sangrante todavía—
No estoy diciendo que sus canciones o temas fuesen malos, tampoco que la
calidad del grupo descendiera —bueno, en algunos, sí—, sino que a partir de ahí
se produce un distanciamiento con la mayoría de sus primeros seguidores por
querer llegar a un mayor número de personas y, en consecuencia, se abandonan
las claves del éxito inicial. Al parecer, con los vientos, la propuesta inicial
se dulcifica, se hace más accesible al resto; convirtiéndose la vanguardia en
modernidad. Hay honrosas excepciones como la de Jethro Tull, pero claro,
¿alguien puede imaginarse la existencia de este grupo sin la fabulosa flauta de
Ian Anderson, además de que este instrumento fuera parte en su propuesta
inicial y el elemento que los distinguía del resto de grupos de los 70? Es una
pregunta retórica puesto que lea respuesta es no; de hecho, Ian todavía sigue
en activo con su grupo experimentando con su fórmula inicial, inagotable.
Decía
que, por lo general, son las trompetas las anunciadoras de tal decadencia
—quizás sea por su estridencia natural, no lo sé—. El caso es que cuando lo que
se incorporan son saxos, el efecto decadente no resulta tan evidente puesto que
su sonido tiene una presencia mucho más suave y la muerte del grupo resulta más
lacónica por larga; o si se quiere ver de este modo, el cambio de estilo y su consecuente
público, mucho más lento. Este sería el caso del Dion, el de The Belmonts, pero
sin The Belmonts —estoy pensando en concreto en su magnífico y casi desconocido
tema “(I was) Born to cry” del que hiciera tan fantástica y alcohólica versión
Johnny Thunders en solitario (cantante de New York Dolls)—.
Otro
ejemplo de saxo decadente sería el del conocidísimo tema de Screamin' Jay
Hawkins “I put a spell on you”, más alcohólico que el anterior si cabe y cuya
versión más conocida es la de los Creedence Clearwater Revival, pero estos
chicos, que no eran tontos y siempre fieles a su estilo sustituyeron el
instrumento apocalíptico por una genial guitarra; como Carlos Santana quien,
lejos de adoptar en su música los vientos de su tierra, como no podía ser de otra
manera, los sustituye por su guitarra-fregona*
—y algún órgano Hammond como el de “oye cómo va”— y se queda con lo único que
caracteriza la música latina que es el ritmo de la percusión.
La
excepción de este instrumento es Bowie, pero en el caso del Duque blanco está
escusado porque el saxo es su instrumento y rara vez no aparece en sus temas,
es decir, que cada vez que puede lo introduce. A mí no me extraña nada que lo
hiciera porque no conozco a nadie que haya compuesto temas más decadentes y
hermosos que él. Pero ese es otro tema.
*
No recuerdo bien a quién le escuché este término, quizás me lo haya inventado
yo, pero viene a ser algo así como que oir su guitarra te deja el ánimo limpio
de preocupaciones y listo para bailar; porque es imposible no moverse con su
música, aunque sólo sea un pie o la cabeza.