jueves, 28 de febrero de 2013

En cueros vivos

Las palabras no son unas pervertidas, su naturaleza es otra. Somos los usuarios quienes hacemos un mal uso de ellas, de esto no cabe duda alguna. Hace tiempo ya hice al respecto un ejercicio de reflexión sobre la palabra rock —en este caso, el término, más que pervertido, estaría prostituido, porque esta industria, la de la música, arrastra mucho dinero detrás— y su mal uso ha llevado a confundirlo con cualquier música realizada con una guitarra eléctrica —sí, es cierto lo que estáis pensando: si la copla se canta con un riff de fondo, eso también es rock... para algunos—.
Con la expresión “en cueros vivos” pasa algo parecido porque no es lo mismo un cuero que una piel. Por definición, un cuero es un trozo de piel secada, curtida y trabajada —un trozo de piel muerta, se sobreentiende—; por lo que debería decirse mejor ir “en piel viva”, o “estar en piel viva”, lo que resultaría un tanto paradójico porque la piel siempre está viva... Bueno, no, las momias conservan su piel, pero con la definición que acabo de dar, al estar muertas, lo que estarían es en cueros, pero no vivos —creo que empiezo a hacerme un lío—.
Alguien podría estar pensando en un abrigo de pieles. Pero no es lo mismo, porque eso son abrigos de cueros peludos puesto que existe una sutil diferencia semántica y, por lo general, por qué no decirlo, de precio. Ojo, que nadie se lleve a engaño, no apruebo la matanza de ningún animal por su piel en esta sociedad super-hiper-mega-tecnológica —en las culturas primitivas, que todavía las hay, es otro cantar—. Pero a lo que iba, que pierdo el hilo: pieles peludas  vivas todavía las hay y no deben confundirse con los abrigos de pieles peludas muertas, es decir, abrigos de cueros peludos, lo que me lleva a la reflexión del porqué de la casi enfermiza moda actual de rasurar la piel. Se ha abierto una guerra mundial contra el pelo. De la cabeza, las axilas, el torso, el pubis, las nalgas; parece ser que el único permitido y aceptado por la sociedad es el pelo de la cabeza de las mujeres.
Yo, desde aquí, manifiesto mi deseo por la igualdad entre sexos y que las mujeres también vayan con la cabeza afeitada, por un mundo sin pelo, tan molesto con el viento, siempre con champús anticaspa, provitamínicos, con mascarillas de germen de trigo —ojo con eso celíacos—. Con el tiempo conseguiremos que la humanidad evolucione hacia la alopecia integral. Aboguemos por ello: ¡todos sin un pelo en el cuerpo! ¡Estilistas al poder! ¡Se acabó el encontrarse un pelo en la sopa!