jueves, 27 de septiembre de 2012

Mentes

Inteligencia y propósito, o inteligencia o propósito. Porque el propósito no tiene por qué ser inteligente, también puede ser necio o espurio. El sufijo adverbial –mente deriva del latín mens, mentis (que significa inteligencia, propósito). Mente, como sustantivo, es un cultismo con el mismo significado, pero que también ha derivado en un significado “vulgar” como cerebro, asociado, cómo no, a la inteligencia, aunque haya personas que sólo les sirva como contrapeso para poder ahogarse en la piscina —inteligentes que son—.
     Esto último es anecdótico, como el hecho de que se haya incorporado el uso de este tipo de adverbios en el lenguaje coloquial como un recurso para elevar el nivel cultural del discurso, o para revestirlos de una supuesta autoridad que puede acabar resultando ridículo. Sobre todo cuando se usa dos veces en una misma frase. La universidad está llena de maestros y doctores con discursos muy sesudos y farragosos repletos de estos recursos en sus clases pero, al menos, ellos saben de lo que hablan; su problema reside en hacerse entender por la mayoría de sus alumnos, pero esa es otra historia. El caso es inexcusable para la clase política —otro día comentaré algo sobre los “habledores”, los “parlamientores” y los “oracionistas”—.
     Resulta extraño escuchar por ahí “concienzudamente” en vez de “a conciencia”, “paralelamente” por una forma más sencilla como “en paralelo”, o “inteligentemente” por “con inteligencia” o “con propósito inteligente”. Puede que sea por un deseo inconsciente de realizar un discurso escueto y con el menor número de vocablos —siempre es recomendable sintetizar todo lo posible— pero el léxico castellano es muy rico a poco que se piense lo que se dice. ¿A ver si va a ser eso, que no se piensa lo que se dice? Sería triste.
     Quien escribe estas palabras renegó hace tiempo de este recurso o moda lingüística, por lo menos en el ámbito escrito, porque oralmente, difícilmente se puede.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Zombies

Matar zombies, o lo que sea. El caso es matar. Los Norteamericanos son muy pragmáticos y lo tienen muy claro: si no se pueden matar nazis, pues comunistas —Chinos no, mientras tengan nuestras hipotecas—, o árabes, o alienígenas... Ahora le toca el turno a los zombies.
No crean que la cosa no está mal pensada, no; resucitar a un muerto es algo rentable porque, si no me fallan las cuentas, la Tierra está llena de muertos más que de vivos; y como la población viva no sabe enfrentarse a ellos porque es estúpida, queda enseguida convertida a la secta del zombismo, y lista para que el batallón de los elegidos —los fuertes, los que dominan las armas— puedan disparar a discreción sobre cualquier cosa que se mueva.
Son listos estos norteamericanos, sí: cuando el servicio postal está en horas bajas, llaman a Kevin Costner y hacen una película de carteros que salvan al mundo del caos; cuando los bomberos andan de capa caída llaman al dúo Baldwin y Russell y los enfundan en un uniforme para apagar llamaradas —da igual de quién sean, pero que las apague, por Dios—; ¿que el presidente de los norteamericanos se ha convertido en una caricatura en todos los países del mundo? Nada, nada, meten a Harrison Ford —Eh, un respeto, que es Indiana Jones, mucho más famoso que Jesucristo a mediados de los 80— en el Air Force One con un plano final de las barras y estrellas y “No Problem, Brother”, además de aumentar la popularidad mundial del presidente de turno, se forran los bolsillos con billetes de mil.
Bueno, esto es así, matar zombies tiene un sinfín de lecturas a cual de todas más siniestra:  
1-      Personas (vivas) disparan contra personas (muertas). Se trata de una defensa del derecho de la sociedad norteamericana a poseer armas y a utilizarlas cuando se sientan amenazados. Yo no voy a entrar en esto, allá ellos, pero lo vamos a importar pronto también... Viene en la letra pequeña de McMickeys y Coca-Loca. El estado de vida anglosajón ya hace furor. Quien no se lo crea que se acerque a las fiestas de fin de curso de los colegios.
2-      Personas (muertas) se comen a personas (vivas). Esto no es más que un feroz ataque al laicismo por parte del fundamentalismo religioso (que un segmento muy reconocible de la sociedad norteamericana también lo es). No es que las sociedades laicas sean antropófagas, claro que no, pero sí que es una buena parábola de cómo el pecado y la condena de la antropofagia es uno de los valores más reconocibles de todo cristianismo, así pues los vivos —contrarios a comer carne humana— se convierten en cruzados obligados a eliminar a todo aquel que vaya en contra de su ley (su interpretación de la ley divina), quedando convertidos los muertos comedores de carne humana en todos aquellos que osan cuestionar los dogmas de la religión.
3-      Los vivos justifican por el punto 2, poder matar a sus propios familiares siempre que sean zombies. Esto es contrario al cristianismo, porque matar es pecado, pero siempre se ha podido matar, y los norteamericanos lo siguen haciendo, en nombre de Dios.
4-      Si los vivos pueden matar a sus familiares zombies, también pueden matar a todo aquel que consideren una amenaza hacia su persona o su estilo de vida. No pondré ejemplos de la ingerencia de los norteamericanos en sociedades  ajenas y lejanas con esa misma excusa, están en la memoria de todos.
5-      A la amenaza del número se le combate con armas, y sólo con armas. Me viene a la cabeza el contencioso palestino-israelí.
6-      Los zombies son incapaces de dialogar y ante esa circunstancia sólo se puede hacer una cosa: utilizar las armas, o lo que es lo mismo, matar. De nuevo la incomunicación da como resultado una guerra. Si alguien está pensando de qué va esto es muy fácil. Para el poder de las armas sólo lo propio es merecedor de conservarse, todo lo demás, lo que venga de fuera es prescindible porque atenta contra los valores norteamericanos, que vaya usted a saber cuáles son. Bueno sí los sabemos, pero esa es otra historia.
7-      El diálogo de los zombies es incomprensible  para los vivos y por lo tanto está fuera de toda discusión que no tienen razón, luego si no la tienen quiere decir que sobran en una sociedad de vivos y, por lo tanto, hay que eliminarlos.
8-      Los muertos representan un enemigo común porque no se devoran entre ellos. Es la lucha del pueblo norteamericano contra el resto del mundo. Pero aquí subyace algo muy peligroso y es la figura del líder. Los vivos tienden a organizarse entorno a un líder, y no a un grupo. Que el líder sea, además, quien tiene el dominio sobre las armas no deja de ser un reflejo muy escandaloso de la tendencia de las democracias a refugiarse en los regímenes totalitarios en tiempos de crisis. Esto está relacionado con la herencia e influencia del nazismo —y del fascismo— en la sociedad democrática actual, de la que, quien les escribe, ya hizo un breve estudio hace mucho tiempo. Quizás lo publique algún día...
9-      A los zombies se les mata disparándoles a la cabeza, como los tiros de gracia en las ejecuciones. No es casual ni gratuito. Lo normal sería en el corazón, pero entonces se les podría confundir con los vampiros, y ya que se ha creado un “monstruo” terrorífico hay que darle personalidad, diferenciarlo del resto de personajes malignos. Es una defensa de la pena de muerte sin duda alguna, pero por la vía rápida, sin juicio ni mantenimiento penitenciario. Lo que se empieza a oír por aquí cuando se comete un infanticidio.
10-  ¿Rifle o pistola? Depende de la adrenalina que quiera segregar la persona (viva). A mayor cercanía, mayor riesgo.
El rifle se usa para cazar; la pistola, como hemos dicho en el punto 9, para ejecutar. El fin es el mismo: matar, pero la justificación diferente. Yo nunca he entendido los argumentos de los cazadores, al parecer tiene que ver con la “emoción” de atrapar un blanco móvil. Si se tratara de puro deporte, podrían disparar balas de pintura, o dardos somníferos —como la pesca deportiva, que una vez pescado el pez, se pesa, se mide, se le fotografía con su captor y se le devuelve al mar... vivo—. Pero si ya hemos decidido que un zombie no es un ser humano, ya podemos decidir sobre su vida o su muerte.
La pistola parece que responde más a un acto de venganza, puesto que para acertar se ha de estar enfrente de la víctima, para que te reconozca y sepa el porqué de su muerte. Algo estúpido por lo que se refiere a un zombie.
Creo que en ambos casos, matar, tiene que ver con un acto de posesión. Como decía William Munny, asesino de mujeres y niños: “Matar a un hombre es algo despreciable. Le quitas todo lo que tiene, y todo lo que podría llegar a tener.”
Tan sólo me queda una duda y es si a las momias —cuando les da por cobrar vida, y salir de sus sarcófagos para correrse alguna juerga o matar algún empollón que está hasta las tantas de la noche intentando descifrar un jeroglífico egipcio—, no se las puede matar de un certero tiro en la cabeza.