viernes, 20 de mayo de 2011

Capítulo 55 - Intercambio de fluidos: Antoine Ruisseau

He de reconocer que no recuerdo el día exacto ni cómo conocí a Antoine Ruisseau, pero cuando escuché su nombre "A n t o i n e    R u i s s e a u" me dije: "este nombre suena a amistad de la buena. Es cierto que nos tiramos meses sin vernos, pero siempre existe una complicidad remanente suficiente como para que alimente la llama de la amistad -que poético que diría el Otro, que cursi digo yo, que ñoño decía Tip- El caso es que me he dado cuenta que cuando empiezas a conocer a alguien de verdad -sólo existen dos formas de hacerlo, a saber: la primera dedicándole mucho tiempo, la segunda conviviendo bajo el mismo techo- el apellido da muchas pistas sobre la personalidad del individuo, de la misma manera que las personas que tienen perro acaban teniendo ambos la misma cara -sé que los amantes de los cánidos me van a crucificar, pero mi cabeza no puede evitar fundir ambas imágenes y crear un híbrido común que es el que se plasma como una fotografía en mi memoria- Me pierdo...Decía, que los apellidos dan muchas pistas sobre las personas, son como guiones del manual de uso de las relaciones individuales y, sí, estáis en lo cierto, Ruisseau viene a ser como un delgado y accidentado curso de agua. Lo de delgado es un eufemismo, claro, porque a partir de los cuarenta, las constituciones óseas empiezan a ensancharse; me refería al transcurso por la vida: continuo y tan incesante como discreto; pero accidentado entendido desde el punto de vista de un terreno heterogéneo que implica la necesidad de plegarse y retorcerse ante la adversidad, algo que el agua sabe hacer muy bien en este mundo. Sí señor, Antoine Ruisseau es como el agua, y casi casi su apellido es panvocálico.

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