jueves, 6 de octubre de 2011

Querido Harry

Tengo que avisar que este artículo no trata del niño repelente aprendiz de brujo montado sobre una escoba y con gafas redondas que le hacen más repelente si cabe. Esto va del otro, del auténtico inspector Callahan, Harry Callahan, del canalla, del apuesto, del queridito y sucio (Dirty) Harry.

Al autor de este artículo le ha sido imposible encontrar un fotograma de la película en internet en el que no aparezca el famoso magnum 44 tan amenazante.
El personaje no difiere mucho de un superhéroe de cómic de la Marvel, la diferencia es que sus poderes se centran en su Mágnum 44 y en una retahíla de frases sentenciadoras fuera de cualquier réplica posible. Con esas armas, más la asombrosa y envolvente música de estilo superblackexplotation de Lalo Schiffin, Donald Siegel hace una película perfecta. Y digo perfecta sin reparos porque funciona 40 años después y eso sólo está al alcance de las obras maestras y porque tres generaciones de personas no pueden estar equivocadas, o puede que sí. El caso es que aunque su mensaje destile fascismo del rancio (no es otra cosa que el ideal del triunfador americano, del norte, mezclado con el culto a las armas y su dichosa segunda enmienda de su carta magna) no se puede sin acabar teniendo cierta simpatía por el personaje. La fórmula es vieja en el cine: buenos contra malos, pero aquí se varía porque toda la película se nos muestra al héroe como más malo y cabrón que el malo de verdad. John Waine no daba un puñetazo si antes no le atizaban a él (esto tiene que ver con la política de los EE.UU. de no iniciar nunca los conflictos –si es que alguien quiere creérselo todavía- que el departamento de defensa se encarga mediante la censura de dejar bien claro en todos los films) y si antes no se exponían las razones de ambos. Algo es algo. El problema de Harry, como el de otros tantos héroes americanos, es que el mensaje tiene que ser muy claro: si estás fuera de la ley acabas a dos metros bajo tierra, sí o sí.
Harry, en definitiva, no es más que es un prisionero de lo que se espera de él, un brazo armado de la ley, un icono de los que no creen que sea posible luchar contra el crimen con otras armas que no sean las pistolas. Pero aún se encierra un problema mayor como es el de la pena de muerte. La película se desarrolla en San Francisco (en California no existe) y lo que se propone es que Harry es la solución para vaciar las cárceles de los costosos criminales (aquí, en España, es cuestión de tiempo para que, con la excusa de la crisis, se empiece a agitar desde los sectores rancios y retrógrados del país las conciencias de la gente de a pie) y además un sistema infalible para agilizar el sistema judicial, que si aquí es lenta en América (del norte) encima se puede comprar.

N.A.: se ruega no descontextualizar ninguna de las frases escritas en caso de copiarlas.

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